Por José Luis B.
En algunas zonas de África se cazaban los monos atando bien fuerte al árbol una bolsa de piel. Ponían en su interior cacahuetes, la comida preferida del mono. En la bolsa había un agujero de tamaño tal que por él podía pasar justamente la mano del mono; pero, una vez llena, cerraba el puño y ya no podía sacarla de la bolsa de cuero.
¡Pobre mono! Cuando veía que no podía sacar el puño lleno de cacahuetes por el pequeño agujero… se ponía furioso, chillaba e intentaba huir. Todo era inútil.
Por muchos esfuerzos que hiciera, no podía sacar la mano de la bolsa. Entonces, en ese momento, el cazador salía del escondrijo y capturaba al mono asestándole un golpe seco en el codo. El mono, así, abría la mano y soltaba los cacahuetes.
Así de fácil: si el animalillo hubiese abierto antes la mano, podría haber escapado, pero el deseo de tener en sus manos esos cacahuetes le hizo ser capturado.