Blanca R.
Hace mucho, las guerras eran tan horribles que la gente temblaba cada vez que las oía mencionar. En aquellos tiempos, todos los conflictos bélicos transformaban la tierra en un desierto, una inmensa bañera llena de arena. Cuando lo contemplaban, la gente pensaba que nunca tendría fin.
Pasaron muchos años y no hubo ninguna guerra. Hasta que un día de invierno estalló la mas terrible de todas. Las personas se empezaron a extrañar, porque aquel árido desierto se empezó a llenar de agua. Los mas veteranos dijeron que Dios se había puesto triste y que cada gota del cielo que caía se producía por «el llanto del Creador». Aquel inhóspito lugar se llenó de agua hasta convertirse en un inmenso mar cuyo horizonte final no se alcanzaba con la vista.
Desde aquel tiempo, las guerras cesaron porque la gente recordaba, al ver la arena del mar, cada una de las lágrimas del Creador, la maldición del sequedal y la fortuna que suponía disfrutar del agua fresca y limpia del mar.