Por S.C. para la sección +q1cuento
Érase una vez un niño que salió de su casa para el primer día de clase. Él afirmó que tenía miedo por si se metían con él, por ser pequeño y bajito. Sus peores temores se hicieron realidad. Al llegar al cole eso fue lo que pasó.
Muy triste se dirigió al bosque. Allí divisó un pequeño monte y decidió explorarlo Empezó a subirlo. Para su sorpresa, se encontró con la jirafa más alta que había visto en su vida, pero no sintió temor sino todo lo contrario. Se sentía atraído hacia ella. Decidió buscar algo de alimento para la misma, pero cuando se dispuso a dárselo, aquello parecía misión imposible: la distancia entre él y la enorme jirafa parecía insalvable.
De repente ocurrió algo inesperado. La jirafa dobló primero sus patas delanteras, después las traseras. Por último, extendió su largo cuello en dirección al chiquillo, y así, tomó aquel manojo de deliciosas hierbas que el pequeño había recolectado. La jirafa sonrió agradecida. Parecía que ambos se entendían con la mirada.
El niño pensó que quizá ella le podía ayudar en el conflicto que había tenido en el colegio. Así que se subió en el lomo de la misma y la dirigió hacia el colegio como si fuera un experto jinete.
Cuando llegaron, los niños que se metían con él estaban ahora también molestando a su mejor amigo. Sin tardar, a pasos agigantados, el pequeño y la jirafa se aproximaron. Aquella enorme jirafa se interpuso, la pandilla de rebeldes huyó despavorida y el pequeño invitó a su amigo a que subiera junto a él en la jirafa.
Aquellos abusones estaban escondidos en el baño llamando al zoo para que capturaran a la enorme jirafa. Pero la jirafa solo quería la paz, por lo que ella misma se acercó hasta el zoo. Allí, los dos amigos explicaron a los cuidadores de animales lo que había pasado. Los cuidadores les dijeron que no se preocuparan, que en realidad conocían muy bien a Clementina, la jirafa. Hacía unos días que la llevaban buscando, pues por error uno de ellos se había dejado la puerta de la jaula abierta y Clementina salió. Los niños se entristecieron bastante cuando pensaron que ya no podrían ver con tanta frecuencia a su enorme amiga, pero los guardas les dijeron que por el bien que habían hecho, al llevarla hasta ellos, les harían un pase de por vida al zoo para que pudieran verla todos los días que quisieran. Clementina volvió a sonreír. Los niños también. Se despidieron de ella dándole un gran abrazo.
Al día siguiente, la noticia salió en toda la prensa nacional. Aquellos amigos se convirtieron en dos grandes héroes en su cole. Los abusones reconocieron que se habían equivocado. Las disculpas fueron aceptadas pero tuvieron que ayudar durante más de un mes a limpiar el estiércol de la jaula de la jirafa.